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Jasmine Camacho Quinn lleva cuatro días viviendo como campeona olímpica de los 100 metros vallas de los XXXII Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Ha sido una experiencia que le ha cambiado la vida a la que desde niña soñó con hacerle honor a sus raíces puertorriqueñas.Para muchos es una historia que se cuenta con récord olímpico, 12.26 segundos. Otros desean narrarla desde el lado de los 12.37 segundos con la llegada dorada.

Sin embargo, es un relato profundo que nace en el vientre de su madre, María Camacho y su familia, que desde que tuvo en sus brazos a su hija le enseñó el amor por su Patria. Un sentimiento que la movió a reconocer el valor de los sacrificios que hace una familia por los suyos, aceptando desde el 2016 vestir los colores de la monoestrellada y llevar en su pecho las diez letras del terruño borincano, Puerto Rico.

“Siento que siempre me van a preguntar por esto. No sé qué más decir, porque tenía que explicar. Explicar todo. Yo elegí representar a Puerto Rico. Si hubiera sabido que podía hacer esto en la escuela secundaria lo hubiera hecho. No sabía cómo funcionaba el atletismo, pero una vez que me enteré de que podía, me dije: ‘¿Por qué no representar una parte de mí?’ No es como si hubiera crecido sin saber de mi lado puertorriqueño, ese no fue el caso. Definitivamente lo sabía y mi madre se aseguró de eso, ¡jeje!, pero… como dije: ‘Esta soy yo representando a un país pequeño, que es una parte de mí y no me arrepiento. ¡No me arrepiento para nada!’”, expresó la boricua con un brillo especial en sus ojos.

El cuestionamiento de la identidad de un atleta con vínculos puertorriqueños está latente cada cuatro años. Afloran los pensamientos y la libertad de expresión de sectores con perspectiva ideológicas que impulsan al desaprendizaje y al aprendizaje de definiciones de identidad, que van de la mano de los contextos históricos que se experimentan en la isla. Camacho Quinn ha sido la nueva imagen de este replanteamiento, que se extiende a las artes y los profesionales que buscan enaltecer su origen con destacadas actuaciones en diferentes partes del mundo.

“Sí, no me arrepiento de mi decisión. Esto no es por dinero. Nada de eso. Porque con mi capacidad atlética soy capaz de llegar al equipo de Estados Unidos si quisiera, pero se trata de representar una parte de mí. Ya sabes… mi madre corrió en la pista cuando estaba en la universidad y supongo que es su historia. No me corresponde a mí y no quiero sobrepasar ese límite, pero el hecho de poder representar y ver la sonrisa en la cara de mis padres y de mi madre significa mucho, mi familia, realmente significa mucho”, defendió la plusmarquista olímpica de los 100 metros vallas.

En la ceremonia de la victoria, la campeona olímpica engalanó la vestimenta blanca con líneas azules donde permanecen grabados símbolos taínos. Su cabello estaba deslumbrante. Recogido hacia atrás con una lumbrera roja que asentó a nivel mundial su puertorriqueñidad: la flor de maga. Un detalle pequeño que impactó los grandes corazones del Olimpismo y quebrantó las emociones de ciento de miles de seguidores de los Juegos Olímpicos.

“Sí, en mi mente estaba enfocada en el oro, no me importaba. Hubiera estado bien con cualquiera otra medalla, pero mi meta era el oro. Y ya sabes, pedí eso, busqué esa flor por todas partes, por todas partes, y también tenía estos moños. Moños de Puerto Rico. No los usé porque no quería hacer algo diferente para mi pelo en la primera ronda de las semifinales. No sé es algo mental. Pero sí, cogí mi flor y me la puse en el pelo y vamos, vamos a buscar esa medalla”, contó entre risas la corredora de 24 años.

Una avalancha de apoyo

Entrenar en silencio en tiempos de redes sociales, es un reto para el deportista que desee mantener protegida su carrera. Son tiempos donde si no estás en redes, no existes. Si no eres famoso, no eres conocido. En tiempos pasados era igual, pero en el formato análogo de comunicación, por ejemplo, espacios en las secciones deportivas en los tres medios tradicionales, radio, prensa y televisión. Ese apoyo principal viene de la familia en las victorias pequeñas, en las derrotas grandes. En los Juegos Olímpicos llega de cantazo en todos los niveles.

Camacho Quinn lo ha vivido desde el 2016. Su paso por la pista inició con tropiezos grandes. En los pasados cinco años fue recordada por la “que se cayó” en las Olimpiadas. Hoy, su cuento tiene un nuevo capítulo donde será recordada como la campeona olímpica de Tokio 2020. De esa manera, llega la unión de voces poderosas que reconocen su gesta.

“No sé cómo explicar tampoco, la cantidad de amor y el apoyo que he recibido es una locura. He visto un video de un avión viendo mi carrera y creo que en un bar o watch party no sé, lo he visto y fue como, esto es una locura, esto ha estado pasando. No puedo ver todo lo que pasa, porque todo mi Instagram estaba loco”, cuenta sorprendida la hija de una trujillana.

“He visto todo lo que puedo y mi familia me está enviando lo que ven. ¡Estoy como, wow! Me han enviado mensajes Daddy YankeeRicky Martin. Como que es una locura. Y ni siquiera lo había visto me lo tuvieron que mostrar porque mi Instagram es una locura ahora mismo pero la cantidad de amor y apoyo que he recibido hasta ahora ha sido increíble”, siguió contando la usuaria de la red Instagram con 188 mil seguidores y su cuenta certificada.

Su pasado y su presente olímpico

Fueron tres días de carrera donde se observó la consistencia y el dominio que tendría la puertorriqueña. Los analistas deportivos, entrenadores y personal de apoyo del Comité Olímpico de Puerto Rico estaban con la confianza puesta en Camacho Quinn, como lo han hecho con el resto de la Delegación. Sin embargo, sólo el atleta que está en la competencia es el que realmente tiene la verdadera historia de lo que le ocurre en su ser. Sabe los temores que los persiguen, cada una de las opciones que tiene para salir con la victoria, y lo más difícil escoger la decisión correcta en segundos.

La caída en las semifinales de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 dejó estragos emocionales en la corredora. Sabía que tenía el poder de ganar su primera medalla olímpica, pero no lo logró. Se tropezó. Fue así como tuvo que trabajar arduamente con herramientas y especialistas su recuperación para el regreso a la pista.

“¡Bueno! Sinceramente, después de las Olimpiadas, básicamente durante todo el año posterior a las Olimpiadas tuve que volver a la universidad y empezar de nuevo. Tuve cuatro semanas de descanso después de entrenar durante todo un año. Estaba como que, estoy cansada física y emocionalmente, ni siquiera quería estar en la escuela, no quería estar allí. No fue un gran año para mí. Luché mucho ese año para 2017”, contó con serenidad.

“Obtuve el segundo lugar en los nacionales ese año y yo estaba como que, no puedo literalmente solo pensar en lo que sucedió en 2016. Definitivamente estaba muy disgustada por haber perdido los nacionales en 2017, porque los gané en 2016. Así que sabía que para la temporada 2018 tenía que ponerme las pilas y seguir adelante. Ese año también tuve una temporada increíble”, confesó la egresada de la Universidad de Kentucky.

Una carrera de vallas está llena de probabilidades para fallarla. Desde el disparo hasta cruzar las vallas. El tropezarse con una valla es un riesgo alto en una carrera que cuenta con 10 “obstáculos” que tienen que ser pasados con técnica y a un ritmo sincronizado. El 2 de agosto de 2021, Camacho Quinn se encontró con la valla nueve, que fue rozada por su pierna. Un momento que puso en juego la confianza de la atleta.  

“Cuando ocurrió, tuve literalmente un flashback mientras estaba en medio de la valla y me dije: ‘No lo sé. Esto no va a pasar. Me aguanté gracias a Dios. Me alegro de haber tenido un avance más grande para poder tener espacio para cometer ese error. Pero… no he hecho eso en todo el año y no me he topado con un obstáculo como ese desde 2016. Así que honestamente me sorprendió, pero sabía que no debía rendirme, intentar al menos terminar y la última valla que salté. No lo hice bien. Fue como que, tengo el oro, pero cuando crucé la línea de meta estaba molesta y las fotos que se mostraron de mí mirando hacia arriba, fue como ¡ohhhh! Como si realmente me hubiera topado con un obstáculo. Y luego me dije, acabas de ganar una medalla de oro. ¡Qué más da, has hecho lo que tenías que hacer! No ha sido la carrera más bonita, pero has cruzado la meta en primer lugar y has conseguido la medalla de oro, y eso es lo que importa”, recordó la medallista de oro olímpica.

Validar las experiencias, victorias y derrotas, y trabajar cada una de ellas es necesario considerarlo en el plan de vida de un deportista. Hacer de las derrotas un impulso para mejorar las futuras metas, y de las victorias un soporte emocional de inspiración. Sin las caídas, no existen las grandes victorias.

“Antes de las semifinales me derrumbé emocionalmente y me puse a llorar. Estaba muy nerviosa, no quería que me pasara lo mismo en semifinales (refiriéndose a Río de Janeiro 2016). No me gustaba la presión que tenía en ese momento, pero sabía lo que tenía que hacer. Salí y corrí duro y conseguí el récord olímpico. Así que estoy muy agradecida por ello”, reflexionó la poseedora del récord olímpico y la primera puertorriqueña de todos los deportes y géneros en lograrlo.

La sanación de las pruebas de un deportista no es diferente a la de un profesional de la salud, de un artista o un líder. Esta necesita de risas, de abrazos y de lágrimas. Ser emocional no es malo. Es un reto presentarse a la sociedad en todo el esplendor de la vulnerabilidad. Es por ello por lo que la campeona olímpica no pudo controlar su lado emotivo al subir al podio olímpico, ser premiada y escuchar el himno de su patria, La Borinqueña.

“Intentaba no llorar incluso antes de subir al podio. Estaba aguantando, empecé a hablarme a mí misma: ¡Aguántate! ¡Aguántate! Cuando me llamaron al podio, solo pensaba, estoy aquí arriba. Me vinieron recuerdos y me dije: ‘no estaba aquí hace cinco años. Debería haber estado aquí, pero no estaba aquí hace cinco años. ¡Ahora estoy aquí, estoy en el medio! En cuanto se izaron las banderas, simplemente lloré. Eché la cabeza hacia atrás y me decía: ‘no lo hagas Jas. No lo hagas. No llores. No puedo’. Bajé la cabeza y no pude parar. Me decía: ‘esto es real ahora mismo. Realmente hice esto. Trabajé para esto, pero no sé, ese sentimiento allí, realmente no llegas a sentirlo muchas veces. Eso significó mucho, honestamente”, sostuvo Camacho Quinn.

La puertorriqueña está próxima a celebrar sus 25 años el 21 de agosto. Una celebración sin duda que la pasará recibiendo el amor más puro que puede recibir de quienes la han sostenido con todas sus virtudes: su familia.

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